sábado, 8 de marzo de 2008

"Arlington Park" de Rachel CUSK


La próxima cita es el 2 de abril; en ella charlaremos sobre las siguientes cien páginas.

Gracias a todas, gracias Kati, Marianela, MariCruz, Marisa, Marisol, Pilar, ,... Gracias Elo, Mireya, Juani... aunque no hayáis podido venir por tener Consejo Escolar (a veces lo urgente no deja paso a o importante”)... Gracias Itziar, Dori, Estrella... Y felicidades en el día de la mujer.

Ayer empezamos a comentar “Arlington Park” de Rachel Cusk. Las primeras páginas costaron, densas, espesas, oscuras, plomizas, veladas por una incesante lluvia. Tanto que alguna os mojasteis dos veces. Transmitiendo esa sensación de abatimiento y soledad, la misma que nos contagió luego Juliet, cuyo desencanto con su marido se nos muestra ya en el primer diálogo bajo la lluvia (“– Esta noche eres experto en todo, ¿eh? – se mofó”). Desencanto por no haberla apoyado, por no haberle quitado del pelo la cucaracha del sueño.

Criticamos la actitud machista del empresario Matthew en la cena con los Randall, tan semejante a la que hemos oído muchas veces en boca de nuestros vecinos y vecinas, amigos y amigas, parejas. Parece que los británicos de puertas para adentro (“en calzoncillos”) no son tan diferentes de nosotros. “Todos los hombres son asesinos. Se dijo Juliet. Todos ellos. Asesinan a las mujeres. Cogen a una mujer y poco a poco la asesinan".

Y hablamos de las peluquerías, de sus masajes relajantes, de los poderes de un corte de pelo. Juliet “consideraba su pelo un símbolo, la expresión externa de la convicción interna de que era en verdad una persona excepcional.” Y de ese final en el que la protagonista decide cortarse el pelo (“Me da igual lo que me haga, pero déjemelo corto.”) para cambiar, para quitarse la cucaracha y para molestar a su marido y vengarse de su actitud pasiva (“a Benedict siempre le había encantado su pelo").

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